Después del último amén,
con templo vacío,
el silencio se congrega;
pero tu palabra sigue musitando,
las lágrimas son húmedas aún
y caminan por mi alma los ecos de alabanzas a ti.
El cielo,
las nubes;
el colibrí,
la flor;
todo tiene la huella de tus dedos
y el brillo de tu luz;
mis hermanos,
mis manos hechas de polvo
y éste corazón
que acelera el paso cuando tu voz escucha.
Es, Señor, el momento de ser hombre,
guardarme una porción de tu aliento para el camino,
salir del refugio,
indefenso y torpe como soy,
y caminar contigo
la senda que tienes reservada;
aunque sea en tinieblas,
tu paz he conocido
y me basta .
J. A. Reyes
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario