miércoles, 11 de noviembre de 2009

Los Magos, Misión cumplida


¿Cuál era el propósito principal de estos magos? ¿Venir de tan lejos solo para conocer al rey de los judíos?, no, su propósito se lo declaran cuando preguntan por él. “venimos a adorarle”, ¡Que demostración de humildad de esos magos, sin ser judíos, y solo con el conocimiento de la profecía mesiánica estaban dispuestos a rendirle adoración! Por demás es mencionar que cada uno de nosotros los creyentes debemos tener ese mismo espíritu humilde y buscar continuamente adorar al Salvador con todo nuestro ser. Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Su quietud fue interrumpida, ahora solo podía pensar en eso que los magos le habían dicho “¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido?” ¡Que temor mas grande para un rey, sentir que su trono está en peligro!, ¿Quién era este Herodes llamado el grande? Herodes era medio judío y medio edomita. Tenía sangre edomita en las venas. Se había hecho útil a los romanos en las guerras y en los levantamientos de Palestina, y confiaban en él.
Le nombraron gobernador en el año 47 a.C.; en el 40 a.C. había recibido el título de rey; y su reinado se prolongó hasta el año 4 a.C. Había ejercido el poder mucho tiempo. Se le llamaba Herodes el Grande, y en muchos sentidos merecía ese título. Fue el único gobernador de Palestina que consiguió mantener la paz e imponer el orden. Fue un gran constructor; fue el que construyó el templo de Jerusalén. Sabía ser generoso. En los tiempos difíciles reducía los impuestos para hacerle las cosas más fáciles al pueblo; y en el hambre del año 25 a.C. llegó hasta fundir su propia vajilla de oro para comprar trigo para el pueblo hambriento.
Pero había un fallo terrible en el carácter de Herodes. Era suspicaz hasta casi la locura, es decir sospechaba de todo mundo, sentía que todos buscaban la ocasión de destronarlo. Si sospechaba que alguien pudiera ser su rival en el poder, eliminaba a esa persona a toda prisa. Asesinó a su esposa Mariamne y a su madre Alejandra. Su hijo mayor, Antípater, y otros dos de sus hijos, Alejandro y Aristóbulo, también fueron asesinados por orden suya. Augusto, el emperador romano, había dicho amargamente que estaba más a salvo un cerdo de Herodes que un hijo de Herodes.
Algo de la naturaleza salvaje, amargada y retorcida de Herodes se puede ver en los preparativos que hizo cuando veía cerca la muerte. Cuando tenía setenta años, sabía que se iba a morir. Se retiró a Jericó, la más encantadora de todas sus ciudades. Dio órdenes para que se hiciera una recolección de los ciudadanos más distinguidos de Jerusalén, que los arrestaran con acusaciones amañadas y los metieran en la cárcel. Y dio orden de que en el momento en que él muriera, los mataran a todos. Dijo sarcásticamente que se daba cuenta de que nadie lloraría su muerte, y estaba decidido a que se derramaran lágrimas cuando él muriera.
Está claro lo que un hombre así sentiría temor de ser destronado de su reino cuando le llegó la noticia de que había nacido un Niño que estaba destinado a ser Rey. Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él porque Jerusalén sabía muy bien los pasos que daría Herodes para comprobar esa noticia y eliminar a ese niño. Jerusalén conocía a Herodes y temblaba esperando su inevitable reacción.
Rápidamente ideo su plan con el propósito de encontrar a ese niño y deshacerse de él.
Primero.- convocó a todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, es decir la aristocracia sacerdotal, y les preguntó dónde había de nacer el Cristo. La respuesta de los principales sacerdotes fue de acuerdo altexto de Miqueas 5:2. que dice: Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad.
Una vez conocido el nombre de la ciudad donde nacería el Cristo (Ungido), prosiguió con su plan.
Segundo.- Llamó en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella, y como todo rey autoritario y con una piedad fingida y aprovechándose de la humildad de los magos, los envió a Belén para que investigaran acerca del niño,
Tercero.- Los envía a investigar para que según el, cuando lo encontraran, poder ir al niño y adorarle.
Los magos salieron, y continuaron su camino guiados por la estrella que habían estado siguiendo desde que salieron de su tierra, y al llegar a donde estaba el niño se regocijaron con grande gozo, gozo que debe haber en cada cristiano, no solo por haber encontrado a Cristo como Salvador, sino porque a partir de ahí, Cristo habita en cada creyente de por vida, y al estar frente al niño, no solo se postraron delante de él y le adoraron, sino que abrieron sus tesoros y le ofrecieron presentes: Oro, Incienso y Mirra.
Desde hace mucho tiempo se ha considerado lo apropiados que fueron los regalos que trajeron los sabios. Se ha visto en cada uno de ellos algo que armonizaba especialmente con alguna característica de Jesús y de Su obra.
I El oro es el regalo para un rey. Séneca nos dice que en Partia había la costumbre de que nadie se podía acercar al rey sin un regalo. Y el oro, el rey de los metales, era regalo apropiado para el Rey de los hombres. Haremos bien en recordar que Jesucristo es Rey.
II El incienso es el regalo para un sacerdote. ¿Por qué para un sacerdote? Era en el culto del templo y en sus sacrificios donde se usaba el dulce aroma del incienso. Recordemos que Cristo es Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec (He. 5:10) y su función es de abrir a los hombres el camino hacia Dios, camino que nos abrió por su propio sacrificio ofrecido una vez para siempre (He. 10:11-12). Y que gracias a ese sacrificio podemos acercarnos confiadamente al trono de la gracia.
III La mirra es el regalo para uno que va a morir. La mirra se usaba para embalsamar los cuerpos de los muertos. Jesús vino al mundo para morir por nosotros como muestra del gran amor de Dios para con todos nosotros (Ro. 5:8; Jn. 3:16).
El oro para un rey, el incienso para un sacerdote, la mirra para uno que había de morir, estos fueron los regalos de los magos que, aun a los pies de la cuna de Cristo, predecían que había de ser el verdadero Rey, el perfecto Sumo Sacerdote y, por último, el supremo Salvador de los hombres.
Los magos lograron su tarea, encontraron al rey de los judíos y le adoraron, ahora ¿cumplirán la encomienda de Herodes? ¿Estaban dispuestos a informarle lo que les había solicitado?

Continuará...

Hno. Artemio A. Gonzélez Treviño


Imágen:Adoración de los magos-Diego Velázquez, 1619

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