Yo no sé con qué la hiciste,
si con viento, mar, albura;
yo no sé si en la blancura
del santo monte la fundiste;
solo sé que me la diste
y yo torpe, con premura,
la arrojé a la basura
del mundo vicioso y triste.
Más tú, en violenta cruz,
te diste a salvar mi alma,
lleno de amor y bondad;
estando ahora en tu luz,
digo con alegre calma:
salvo soy por tu piedad.
J. A. Reyes
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